En 1938, el servicio de inteligencia británico busca oficina para el Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno y la Escuela de Cifrado (GC&CS). En medio del campo, en una lujosa casa de estilo clásico en Bletchley Park, en la comarca de Milton Keynes (situada a 80 kilómetros de Londres), el gobierno británico instaló el Government Code and Cypher School (GC&CS).

Dirigido por el comandante Alastair Denniston, fue incorporando especialistas de todo tipo: lingüistas, campeones de ajedrez, expertos en crucigramas o papirología. También contrataron personal académico cualificado de las principales universidades británicas, en especial de Oxford y Cambridge.

9.500 criptógrafos y criptoanalistas (aproximadamente un 75% mujeres), incluido entre ellos Alan Turing, trabajaron para descifrar las comunicaciones del ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial.

Considerado proyecto ultra-secreto, no se permite hablar del mismo a sus integrantes, ni con sus familiares, hasta finales de los años 70 del siglo pasado. Al acabar la guerra Churchill manda destruir todos los modelos de descifrado, así que no se sabe nada del proyecto y permanecen en la oscuridad los avances allí logrados, hasta que comienzan a ser conocidos muchos años después, y actualmente es un complejo con tres museos.

La mansión de Bletchley, recién sacada a subasta y hasta entonces vivienda de un rico corredor de bolsa y su mujer, ofrece tres ventajas: comunicación en tren directa con la capital, cercanía a las universidades de Oxford y Cambridge y una línea de cableado telegráfico. El Gobierno compra parte del terreno y, en agosto de 1939, el GC&CS traslada su sede allí.

Durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, Alastair Denniston, lleva a Bletchley Park a los mejores criptógrafos y matemáticos del país. A medida que la guerra avanza y crece el volumen de mensajes alemanes que descifrar, aumenta la necesidad de talento y de un proceso de trabajo estructurado, industrial. Cuatro criptógrafos senior – Alan Turing, Gordon Welchman, Stuart Milner-Barry y Hugh Alexander -, escriben directamente a Churchill: hacen falta más manos. Y Churchill ordena contratar más personal.

La mayoría de los varones jóvenes habían sido reclutados para ir al frente, así pues, las mujeres ocuparon un lugar que, seguramente, en condiciones de normalidad social habrían ocupado los hombres. Entre el personal femenino, se encontraban Joan Murray, Jane Hughes, Mavis Batey, Margaret Rock y Ruth Briggs. Ellas eran las encargadas de manejar máquinas como teletipos, máquinas de cifrado o la famosa Colossus.

Franco durante la Guerra Civil española utilizó máquinas Enigma, y en Bletchey Park también se descifraban sus comunicaciones.

El lugar es ahora un museo localizado en la ciudad de Bletchley, cerca de Milton Keynes, Buckinghamshire, Inglaterra a 80 kilómetros al norte de Londres.

Al finalizar la guerra se destruyó todo el material del complejo, como documentos, máquinas o planos, así que la mayoría de las cosas son réplicas de esa época. Con el fin de la II Guerra Mundial las instalaciones empezaron a utilizarse para diferentes propósitos, pasando de mano en mano y cayendo en desuso, barajándose incluso la opción de derribar el complejo.

En el complejo también se encuentran The National Museum of Computing, un museo sobre la historia de la computación (donde se puede ver una réplica de Colossus, ordenador utilizado para descifrar la máquina alemana Lorenz), y The National Radio Centre, investiga sobre el desarrollo de la comunicación radiofónica.

Bletchley Park está abierto todos los días del año excepto algunas fechas en Navidad (24, 25, 26 de Diciembre y 1 de Enero).

SISTEMA DE CIFRADO ALEMÁN

El sistema nació tras terminar la Primera Guerra Mundial de la mano de Arthur Scherbius, un experto en electromecánica que se propuso mejorar los sistemas de comunicación de los ejércitos. Patentó la idea en 1918 y tomó como referencia el Cifrado de Vigenère que consistía en intercambiar unas letras por otras. Es decir, cuando alguien quería cifrar un mensaje se ponía a escribir sus letras y obtenía como respuesta otras letras que debía usar para sustituirlas.

Con esta base, Alemania equipó, en 1933, a todas sus tropas y, cuando estalló la guerra, éstas contaban con una ventaja táctica difícil de alcanzar. Cada día se cambiaban los códigos a utilizar, es decir, cada día se usaba una configuración distinta del sistema y, por tanto, los Aliados solamente contaban con 24 horas para descifrar el código del día (lo cual era, al principio, imposible).

El ejército alemán encriptaba sus mensajes con Enigma, una máquina de escribir cuyos rotores producían millones de combinaciones de texto cifrado. En el bando aliado el proceso consiste en encontrar los cambios de los ajustes de Enigma, recolectar los mensajes alemanes, descifrarlos, traducirlos al inglés e interpretar su contenido. La configuración del cifrado cambia a diario, y a más mensajes, más rápido hay que descifrar para que no pierdan valor. En 1940, gracias al trabajo previo de un grupo de criptógrafos polacos, Alan Turing y Gordon Welchman desarrollan la máquina Bomba. Con ella, aumenta la velocidad con la que los británicos descifran Enigma.

Pero Alemania también codificaba con Lorenz: una máquina más grande, pesada y compleja que Enigma. Mediante el uso de unas máquinas de rotores, las Lorenz SZ, convertían sus mensajes a un sistema binario casi indescifrable. Para descifrar la máquina Lorenz, se construyó Colossus.

La descifraron cuando un operador erró al usarla -envió un mensaje con la misma configuración de encriptado dos veces; la segunda, con abreviaturas- y el jefe de criptografía de Bletchley, John Tiltman, lo aprovechó.

DESEMBARCO DE NORMANDÍA

El 30 de agosto de 1941, los criptógrafos interceptaron una comunicación que, por interferencias, se tuvo que volver a transmitir (aunque no variaron el código). Aprovechando los fallos de seguridad en la transmisión del mensaje, John Tilman fue capaz de descifrarlo y Bill Tutte consiguió esbozar la configuración de la Máquina de Lorenz que se estaba utilizando. Así pudo entender mejor su funcionamiento.

El 1 de junio de 1944 interceptó y descifró un mensaje donde Hitler y el alto mando alemán indicaban que esperaban un ataque aliado en el paso de Calais, un estrecho algo más alejado de la playa de Normandía (algo que hicieron creer los aliados). Con esta información, el general Eisenhower decidió el 6 de junio dirigir sus tropas a la costa de Normandía, lo que produjo el famoso desembarco de Normandía, el cual fue el principio del fin de la Segunda Guerra Mundial.

Para cuando los alemanes se dieron cuenta del engaño, las tropas aliadas ya estaban en las playas de Normandía.

CAMPAÑA PARA SALVAR BLETCHEY PARK

En la década de los 90, el terreno estaba tan viejo y abandonado que hubo incluso planes de convertirlo en un centro comercial. Un grupo de historiadores lo evitó.En 1992 el ayuntamiento de Milton Keynes lo declaró un área de conservación y se creó el Bletchley Park Trust para restaurar las instalaciones y crear un museo. Aun así, no fue fácil conseguir los fondos para su restauración y no fue hasta finales de la década del 2000 cuando empresas como IBM, Google o el Heritage Lottery Fund contribuyeron para que la renovación fuera posible.

En Bletchley Park, abierto al público en 1996, se exhiben reliquias informáticas como la última máquina Colossus y la Bomba, ideada por Turing para descifrar los mensajes codificados por las Enigma teutonas.

No fue hasta 2011 cuando la campaña ‘Saving Bletchley Park’ logró impedir de nuevo su cierre y recaudar más dinero. La gran reapertura tendría lugar en junio de 2014 gracias a un duro trabajo de restauración, manteniendo la atmósfera original.

 

Acualmente

Hoy, con 3 millones de libras procedentes de varios fondos (Google entre ellos) y la adjudicación de 5 millones más de la Lotería Nacional (con disputas incluidas entre las organizaciones que gestionan Bletchley y el Museo Nacional de Informática, que está justo al lado), es por fin el lugar que investiga, recupera y celebra la historia de la informática británica.

Sue Black ha publicado un libro en el que cuenta su cruzada por salvar las instalaciones  gracias a la iniciativa ‘Saving Bletchley Park’, consiguió sacar de las sombras el nombre del parque y atraer financiación pública y privada para su recuperación. Aunque el manuscrito está disponible solo desde hace un par de meses, la campaña de ‘crowdfunding’ para costearlo terminó en 2012: en tan solo cuatro días había reunido (con creces) el dinero.

 

Fuentes